
Generalmente en todas las épocas de la historia jamás el arte, si ha sido auténtico, ha permanecido neutral,
sobre todo en los períodos en que la lucha de clases se agudiza como ahora. Cuando
el artista, o el escritor, el intelectual, en una palabra,
se esfuerza en planear sobre la contienda, su misma indiferencia lo
embandera. Su indiferencia
significa "tendencia". En España, como en Francia,
como en América, como en todas
partes, la posguerra ha obligado
al artista a definirse. La intelectualidad se divide claramente en dos bandos.En España fue para mí más que visible esa división.
Dos generaciones estaban y están, frente a frente en España
entendiendo por generación una idéntica comprensión de los problemas
que preocupan al hombre, cuando los intelectuales de distintas edades,
se encuentran en un mismo punto. Así vemos junto a figuras
del 98 típicamente reaccionarias, a figuras jóvenes como Eugenio Montes y Jiménez Caballero.Y junto a figuras jóvenes como las de la generación
de Rafael Alberti típicamente revolucionarias, a figuras
del 98 o de la promoción
intermedia, Araquistain, Álvarez del Vayo y otros.
Me referiré entendido lo anterior,a esas dos generaciones la del 98 y la actual.La del 98 está entregada en su mayoría a la clase dirigente y la actual está entregada en su mayoría a la Revolución o a la corriente
del Frente Popular. Significan dos épocas y dos estados de conciencia distintos.Y es curioso, la generación
del 98 empezó atropellando furiosamente y buscando
un contenido político
que no le correspondía. La generación actual empezó dentro de los límites
de la pura técnica de creación
para desbordarlos
y hallar el contenido político que le correspondía.
Estamos ahora, por ejemplo, frente a dos hechos sugestivos:Yo vi en París, en una sesión, la primera del Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura,a nuestro viejo conocido Eugeni D'Ors. Este "Xenius", que había apuntado en un tiempo como inconformista, se dedicaba por entonces y hasta ahora a enviar crónicas del más puro corte reaccionario al diario católico "El Debate" de Madrid. Su presencia en un congreso antifascista y de avanzada me sorprendió. D´Ors se había equivocado. L
La delegación española
protestó por la presencia de D´Ors,pero éste mismo,sin esperar
a que le dijeran nada, abandonó el congreso. He aquí el otro hecho: Federico García Lorca, cuya actitud era neutral hasta hace
poco y que empezó escribiendo versos "deshumanizados", acaba
de ofrecer una lectura
de poemas revolucionarios como adhesión a un acto que se realizó en la Casa del Pueblo de Madrid para reclamar la libertad de Luís Carlos Prestes y de Rodolfo Ghioldi y protestar contra la acción imperialista en la América española.
Estando yo en Madrid, mientras
los locales obreros seguían clausurados y los diarios
pasaban por la censura más ultramontana; mientras
Gil Robles y Lerroux reducían
a menos de la mitad la subvención del
Estado a las Misiones Pedagógicas y otras instituciones de cultura,me preguntaba:¿qué hace,dónde está la generación del 98,en un tiempo enrolada en la lucha por la dignidad
del pensamiento?
Y vi a Unamuno,el "oso místico" cuya obra,hay que confesarlo,carece de un contenido
grande,a pesar de cuatro libros admirables,por sus contradicciones,por sus dudas,dudas de oso místico que se ha pasado la
vida golpeándose el pecho y preguntando qué hay más allá; lo vi cuidando en el más acá su sinecura y las sinecuras de sus hijos, atacando agriamente a los escritores de avanzada
y aceptando ser el ciudadano
de honor de una república
que masacró a los obreros,abandonó
a las Misiones y llevó a la cuenca asturiana
a los marroquíes y a los soldados de la Legión Extranjera.
Y vi a Pío Baroja, al rebelde, al anarquista, al ateo don Pío Baroja, al terrible hombre malo de Itzea,
aceptando un sillón en la Academia y dirigiéndose vacilante
con su frac flamante a la tribuna para confesar
allí: "Yo fui anarquista,pero mi anarquismo sólo fue una especie de liberalismo extremo..."
Y a Ramiro de Maetzu,que se comía los chicos crudos en su pueblo,Vitoria,exaltando
ahora la estearina
y el hitlerismo.Y a Manuel Bueno,a Salaverría,pidiendo medidas
de represión en la prensa monárquica junto a
firmas tan desprestigiadas como las de un vulgar
Pedro Mata o un vulgar Caballero Audaz.Y a Jacinto
Benavente adulando
a la aristocracia en una conferencia pronunciada en Málaga,en un acto en honor de un recitador vulgar,de un González
Marín.
Felizmente, en esos momentos otros grandes
hombres del 98, los auténticos, asumían una actitud
bien diferente.Ramón del Valle Inclán,como dije en otra anteriormente,adhería poco antes de morir al Congreso de
Escritores de París y se asociaba a toda demostración antirreaccionaria.Antonio
Machado, que puede
considerarse de la misma promoción,se declaraba antifascista y antiguerrero y movía comprensivamente la cabeza,desde su metafísica soledad,ante la impetuosidad de la vanguardia.
Comprobé al mismo tiempo que ya José Ortega y Gasset había dejado de ser el maestro de la juventud.
La influencia de Ortega,hombre ligado a la generación del 98 por ser su ubicador y panegirista,es nula.
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